martes, 14 de agosto de 2007

ESPAÑA: Cibervoyeurismo en las playas

La alarma saltó hace unas semanas cuando un informe del Observatorio Español de Internet alertaba sobre la "llegada masiva del voyeurismo digital". El estudio, dirigido por el director de la organización, Francisco Canals, versaba sobre la proliferación en Internet de páginas en las que se divulgan fotografías de personas anónimas, normalmente desnudas o semidesnudas, capturadas sin el consentimiento de sus protagonistas en las playas y otros espacios públicos.

Según el informe, el nuevo "voyeurista digital" es alguien que se dedica a captar imágenes por medios digitales (normalmente teléfonos móviles dotados de cámara) "por puro afán de coleccionismo, diversión o autocomplacencia sexual, sin ningún ánimo de beneficio económico". En la mayoría de casos, el perfil es el de un adolescente o persona muy joven.


Francisco Canals, que ha charlado con QUESABESDE.COM, asegura que sólo en España existen más de 500 páginas web con estas características. En ellas -asegura el investigador- se comparten más de 10.000 fotografías de bañistas, tomadas y divulgadas sin el conocimiento de los mismos.

Ruido mediático

Como casi siempre que se habla de Internet, la prensa generalista no tardó en hacerse eco del informe, poniendo el grito en el cielo y demonizando a la red como un nido incontrolable de obsesos sexuales. No faltó el tertuliano de turno que, en un alarde de democracia, reclamó más control en las playas (suponemos que policial).

Sin embargo, la noticia ha conseguido revitalizar el manido -pero inconcluso- debate en torno a la captura y divulgación de imágenes "robadas" a sus protagonistas.

Lo cierto es que la ley española es bastante tajante al respecto de proteger el derecho a la intimidad y la propia imagen de las personas sin relevancia pública. Pero no se pueden poner diques al poderoso mar de Internet, entorno en el que muchas veces la legislación queda en papel mojado.

Cobertura legal

La disposición primera del artículo 18 de la Constitución española aporta el rango de fundamental al derecho a la propia imagen. Además, el cuarto apartado del mismo artículo establece que "la ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal y familiar de los ciudadanos".

La Ley Orgánica de 5 de mayo de 1982, que se encarga de desarrollar este derecho fundamental, determina ilegítima "la captación, reproducción o publicación por fotografía, filme, o cualquier otro procedimiento, de la imagen de una persona en lugares o momentos de su vida privada o fuera de ellos".


Aunque, a modo de excepciones, la ley no impide "su captación, reproducción o publicación por cualquier medio cuando se trate de personas que ejerzan un cargo público o una profesión de notoriedad o proyección pública y la imagen se capte durante un acto público o en lugares abiertos al público", ni "la utilización de la caricatura de dichas personas, de acuerdo con el uso social", ni tampoco "la información gráfica sobre un suceso o acaecimiento público cuando la imagen de una persona determinada aparezca como meramente accesoria".

En otras palabras, sólo se podrá captar y divulgar la imagen de una persona anónima cuando ésta aparezca de forma accesoria en un acontecimiento público (por ejemplo, haciendo cola para acudir a un evento deportivo). Nada más.

Aplicación práctica

Hasta aquí, la teoría. Sin embargo, la aplicación práctica de esta legislación se antoja inviable en un entorno de magnitudes tan difícilmente cuantificables como es Internet.

¿Qué hacer entonces si nuestra imagen es divulgada sin nuestro consentimiento? La Asociación de Internautas ha trazado la hoja de ruta a seguir en caso de ser víctima de un robado en la playa, aunque no son especialmente optimistas con el éxito de la empresa.

Básicamente, si alguien localiza una imagen suya en alguna página de Internet (algo ya de por sí muy difícil), la asociación recomienda intentar contactar con el propietario del dominio y pedir su retirada. En caso de no tener éxito con la solicitud, el siguiente paso es denunciar el caso ante la policía.

Responsabilidades

Pero el eje de la controversia aparece a la hora de señalar los auténticos responsables de estas vulneraciones sistemáticas del derecho a la propia imagen.

Demonizar a Internet se antoja un ejercicio de irresponsabilidad. Es cierto que la red magnifica la difusión de cualquier contenido hasta cotas impensables hace algunos años, pero no se puede culpar a un medio de la maldad o inconsciencia de algunos de sus usuarios. El voyeurismo ya existía mucho antes.

Sin embargo, Canals opina que Internet y la proliferación de dispositivos de captura también generan un "atractivo digital" que puede incitar a un usuario de estas tecnologías a ejecutar prácticas ilícitas. "Muchas personas pueden disponer ahora, casi sin buscarlo, de una cámara en sus móviles, lo que genera una oportunidad digital que antes no existía", comenta a QUESABESDE.COM.


Parece coherente que la responsabilidad de una fotografía pueda recaer sobre el autor de la misma, pero todo tiene sus matices, ya que el medio en el que la imagen es publicada también determina el cariz de la misma.

A modo de ejemplo, tal y como señala a este medio un fotógrafo madrileño que prefiere mantenerse en el anonimato, una misma fotografía de un bebé puede llegar a ser entrañable en un anuncio de pañales publicado en una revista y provocar la náusea con su aparición en un foro de pederastia.

Así, no pasa nada si la fotografía de unas bañistas en top-less aparece en un periódico ilustrando una noticia veraniega, pero sí que ocurre si la misma captura recala en una página pornográfica. Para otro veterano fotoperiodista, esta última situación constituiría un uso fraudulento de la imagen que exculparía de responsabilidad al autor.

El control de los foros

Entonces, ¿es responsable la página web que aloja esa imagen? A día de hoy, prácticamente todos los foros que soportan esta temática se escudan en un resquicio legal, indicando de forma clara que no pueden controlar el ingente volumen de mensajes publicados por sus usuarios, delegando la responsabilidad a sus autores y actuando de forma no proactiva a las presuntas violaciones.

Esta posición, sin embargo, es discutida por algunos sectores que no ven en ello más que una excusa. Políticas más restrictivas a la publicación de los llamados "posts" podrían ser una solución para los más críticos con este "mirar para otro lado".


En el mismo sentido se expresa Canals, que considera que las páginas web sí tienen su parte de responsabilidad en la presencia de este tipo de contenidos. "Particularmente, las páginas especializadas en voyeurismo y las que se aprovechan del tirón de visitas que estas imágenes generan para ingresar dinero por medio de la publicidad", matiza Canals.

El hecho es que contenidos puramente ilegales habitan a millones en la red, abarcando todos los ámbitos imaginables.

Los sectores más conservadores ya han puesto el grito en el cielo -llevan haciéndolo regularmente todos los veranos desde hace unos años-, abogando por posiciones tan radicales como la limitación -léase prohibición- de la desnudez en los lugares públicos, e incluso del propio uso de cámaras digitales en determinadas zonas.


De hecho, en Estados Unidos ya se ha comenzado a prohibir las cámaras digitales en las playas privadas de algunos complejos hoteleros y recintos deportivos. En este mundo que nos ha tocado vivir, siempre acaban pagando justos por pecadores.

El director del Observatorio Español de Internet no cree que este tipo de políticas restrictivas sirvan de mucho, y considera que "la única solución es la educación en valores, del mismo modo que se hace para evitar que la gente conduzca después de beber alcohol o para que use el preservativo en sus relaciones sexuales". "Es necesaria la figura de un pedagogo virtual", sentencia Canals.

Doble moral

En cualquier caso, el problema principal en esta polémica radica en la doble moral de nuestras sociedades. Hace no muchos meses el top-less de una famosa actriz española desató la locura en la red, llegando a colapsar la página web de la publicación que compró esas fotografías.

¿Qué ocurriría si los que se jactaban del poco cuidado de la famosa a la hora de esconderse de las miradas indiscretas fueran los protagonistas de esas fotografías?




Peculiar es también la percepción que algunos paparazzi tienen de este nuevo voyeurismo digital, en el que ven un peligro para su propio trabajo.

"Nosotros -nos comenta un profesional del robado rosa- no usamos siempre grandes teleobjetivos. De hecho, en las playas es ya normal usar alguna cámara digital compacta que sea fácilmente disimulable o con cuerpo giratorio para que no se nos vea mucho. Ahora, cuando nos vean, enseguida van a pensar que estamos fotografiando a alguna turista y nos van a delatar, echando por tierra nuestro trabajo."

En la recámara queda la pregunta de si el hecho de ser un personaje de relevancia pública justifica la captura y difusión de imágenes suyas tomadas sin su consentimiento. El autor del estudio sobre el voyeurismo digital lo tiene claro: "La vara de medir no debería ser diferente para un personaje conocido que para un ciudadano anónimo."


Cabe recordar que, recientemente, dos sentencias judiciales condenaban a las revistas Diez Minutos y Sorpresa a indemnizar al popular presentador Andreu Buenafuente por publicar un desnudo suyo robado en una playa ibicenca.

Una vez más, la combinación de píxel e Internet se convierte, gracias a los medios generalistas de masas, en un cóctel peligroso al que recurrir cuando las noticias escasean en época estival. Culpar de los males a Internet parece ser el deporte nacional, y todo indica que la fotografía digital se ha sumado al elenco de herramientas contra el bien.

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